Aunque se han puesto muy de moda todas las técnicas y medicinas orientales, para los que habitamos y nos desenvolvemos en occidente a veces no resulta fácil ponerlas en práctica.

Todas estas técnicas vienen de más allá de los tiempos y, aunque en esencia tienen muchísima sabiduría, necesitamos adaptarlas al momento en que vivimos.

 

 

Hoy en día, nuestra mente es el centro de atención y de observación de lo que nos rodea. Nos ocupa constantemente el ir y venir de sus diversas interpretaciones, olvidando por completo el centro del corazón al que los antiguos, como Patanjali, tanta importancia daban a la hora de encontrar la paz interior.

No obstante, en este momento de la historia en el que tenemos la mente tan activa y dominante, se hace más necesario que nunca encontrar la manera de llegar al corazón del que hablaban los antiguos. Es la única salida que tenemos para abandonar el estrés que nos acompaña allá donde estemos. Lamentablemente, todo anhelo o inspiración que venga del corazón es sofocada al pasar por el filtro de la mente.


Vivamos desde el corazón

Vivimos inmersos en la sistematización que tanto le gusta a nuestro cerebro y tendemos a que todo sea hecho de forma matemática. Nos hemos olvidado de reír, de sentir y de vivir desde el corazón. 

Necesitamos abandonarnos a aquello que carece de reglas, al niño que un día fuimos y que ahora ya no solemos escuchar.  Nuestro niño inocente y libre de restricciones vive en ese pequeño rincón al que le hemos relegado, esperando ser descubierto. Por ese motivo, hoy en día se hace urgente acceder a ese centro de nuestro ser en el que la inocencia y la paz nos esperan.

Sin embargo, es muy importante encontrar una técnica que pase por alto todos los ‘peros’ que nos va a poner nuestra mente dominante. Podríamos decir que necesitamos encontrar la forma de evitar sus filtros y adaptarnos al momento en que vivimos.

¿Qué es meditar?

En Occidente  conocemos la palabra meditar como el hecho de reflexionar sobre algo, normalmente externo a nosotros. Lo entendemos como un acto en el que la mente es la protagonista. Sin embargo, la meditación que nos interesa tiene que ver más con la idea que tenían de ella los antiguos orientales. Para ellos, meditar es un momento en el que conseguimos que la mente se quede en la retaguardia y accedemos a la paz interior que tiene que ver con nuestro verdadero ser.

Todos sabemos que el hecho de alcanzar un mínimo de concentración en nuestra sociedad es algo que cuesta muchísimo trabajo. Vivimos sumergidos en un mundo de estímulos de todo tipo que nos abruman continuamente. Por eso la meditación que proponen las antiguas tradiciones, para algunas personas, entre las que me incluyo, resultan casi imposibles de llevar a cabo.

Ejemplo de una meditación ‘fallida’

Buscas un sitio tranquilo. Te sientas a meditar. Adoptas una postura cómoda. Respiras profundamente, varias veces. Y te dispones a dejar tu mente en blanco intentando observar aquello que llega a ella.

Al principio, cuando estás en la espera alerta que precede al primer pensamiento que quieres observar, parece que va a funcionar la cosa. Sin embargo, pasado medio minuto o quizá cuarenta y cinco segundos comienzan a llegar pensamientos en ráfaga que acaban por engatusar a tu mente, haciéndola partícipe de tu momento de meditación…

Al final, si consigues prolongar tu meditación más allá de 15 minutos, puede que te encuentres, casi sin darte cuenta, sumido en pensamientos encadenados que nada tienen que ver con tu intención original de acallar la mente. ¿Te suena esto? A mí me pasa mucho más a menudo de lo que me gustaría.

Al final, como le des muchas vueltas, la angustia que te genera no haber llevado a cabo la práctica como tú querías puede incrementar las cantidades habituales de estrés con las que convivimos.

Por eso, para personas a las que otros tipos de meditación no nos sirven, existen las meditaciones activas. 

Este tipo de meditación, consigue, de la misma forma que la meditación tradicional, apartar la atención de la mente, pero lo hace a partir de prestar atención al cuerpo y concentrarnos en lo que en ese momento esté haciendo.

 

 

En realidad este tipo de meditación se puede llevar a cabo de infinidad de maneras. Incluso, cada persona podría encontrar por sí misma la que más se adapte a ella en concreto. No obstante, citaremos un par de variantes para que te hagas una idea.

Meditación caminando. Una buena caminata por la naturaleza, poniendo conciencia en la respiración y en todo aquello que nos acompaña, puede conseguir una gran dosis de paz interior. También podemos practicarla en cualquier momento en el que vayamos caminando por la calle, dirigiéndonos a algún lugar. En la meditación caminando, caminamos tan sólo por disfrutar del acto de caminar.  Esta  técnica consiste en ‘caminar sin llegar’. Es necesario no marcar ningún rumbo. Disfrutamos del caminar, sin ninguna finali­dad o destino particular. Nuestro caminar no es un medio para conseguir un fin. Caminamos por el placer de caminar. Camina despacio, pon atención a cada paso porque cada uno de ellos te lleva al mejor momento de tu vida. Caminar con conciencia plena nos trae la paz y la alegría, y hace nuestra vida real. ¿Por qué andar con prisas? Una vez encontrado el ritmo, contaremos o diremos palabras que de alguna forma vayan contando por nosotros. Por ejemplo, si al inspirar das tres pasos y al espirar también, puedes decir «1,2,3» o, quizá, «qué-bonito-planeta». Ahí puedes desarrollar tu creatividad.

 

 

Meditar bailando. Cuando bailamos expresamos cosas que por medio de palabras no podríamos expresar. Algunos místicos han utilizado la danza para expresar sus vivencias, ya que con palabras serían incapaces. El ritmo de la música nos lleva a estados fuera de la mente. De hecho, por ejemplo, los derviches utilizan un tipo de danza que tiende a girar continuamente y que les transporta a mundos fuera de su mente. Elige un lugar tranquilo y con la música que tú elijas déjate llevar por el ritmo. ¡Implícate, nadie te está mirando! Consigue que tu cuerpo tome las riendas del momento y conseguirás salir por un rato de la cháchara repetitiva y agotadora de tu mente.

Como habrás podido comprobar, ninguno de estos métodos exigen esfuerzo y puedes integrarlos en tu quehacer diario. ¡Medita aunque sea bailando! ¡Ahora ya no tienes excusa!

Y desde aquí te animamos a probar el método Crear Salud, que se convertirá en tu mejor compañero para la meditación a tu día a día. Además, en este método también fomentamos y aconsejamos sobre una correcta nutrición y una vida más activa.

Descárgate la app Sienteaquí puedes hacerlo- y empieza a disfrutar de los beneficios del mindfulness y la Psicología Positiva, a través de meditaciones guiadas, ejercicios… Esta aplicación emplea una metodología muy sencilla, que te ayudará a mejorar tu bienestar y tener, así, una vida más feliz.


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