La palabra bacteria es conocida por todo el mundo, y normalmente se suele asociar con enfermedad. Lo que pocas personas conocen es la nueva denominación «superbacteria». Las superbacterias o los factores de crecimiento que se aplican a los animales que nos sirven de alimento, no son conocidos y tienen mucho que ver con nuestra salud.
Qué son las superbacterias
Hasta ahora los antibióticos eran considerados como una manera de luchar contra diferentes enfermedades infecciosas. Lamentablemente, estos medicamentos están perdiendo su parte positiva y evolucionando hasta conseguir representar a una de las mayores amenazas contra la salud de todos los habitantes del planeta: las superbacterias.
Superbacteria es el termino utilizado al hablar de cepas de bacterias que son resistentes a la mayoría de los antibiótiocos que usamos habitualmente.
Según un informe sobre la resistencia a los antibióticos, llevado a cabo por el Gobierno británico: «si no se ponen en marcha medidas urgentes, en el año 2050 podrían morir más personas a causa de las superbacterias que debido al cáncer o a accidentes de tráfico».
El uso y abuso de estos fármacos nos ha llevado a que muchas personas desarrollen resistencia a los antibióticos. Los microbios, a lo largo del tiempo, han logrado hacerse fuertes. No obstante, esta no es la única causa por la que las bacterias se han convertido en superbacterias. La carne de los animales que llevamos a nuestra mesa también tiene mucho que ver.
Los animales de consumo humano
Otra causa de la existencia de las superbacterias son las granjas de animales destinados para consumo humano. Cualquiera de estos animales, ya sean cerdos, vacas o pollos, pasan toda su vida recibiendo tratamientos antibióticos. El motivo no es únicamente el tratamiento de enfermedades, también se administran como elementos de prevención y de crianza, por ejemplo para el engorde. Como es lógico, cuanto más se consuman mayor será la resistencia.
Según declara James Tiedje, profesor de Microbiología y Genética Molecular de la Universidad de Michigan: «Estas bacterias resistentes también transmiten sus mecanismos de resistencia y defensa a otros microorganismos del medio ambiente y al hombre».
Estos animales, además, son sometidos a un tipo de vida que los hace susceptibles a todo tipo de enfermedades. Por ejemplo, un pollo que necesitaría 52 semanas para pesar 4kg, en estas granjas tendrá que hacerlo en tan solo 12 semanas. Se les engaña alterando los ciclos de luz o manteniendo la luz encendida todo el día. Tampoco se les permite moverse para que no gasten calorías y el uso de antibióticos es masivo.
Por su parte, es muy común que los pastores vendan sus terneros o recentales a intermediarios. Estos se encargarán de que estos animales engorden y crezcan a toda velocidad, a costa de lo que sea. Lo importante es la rentabilidad, aquí no se respeta la dignidad y la salud del animal, como tampoco la salud de los futuros consumidores.
Se toman medidas pero no en todos los países
Para evitar estos problemas, algunos países como EEUU, propusieron una iniciativa para evitar que, como hasta ahora, el 70% de los antibióticos que se suministran en ese país fueran para los animales destinados al consumo humano. A su vez, la Unión Europea se unió a la propuesta que se hizo desde la Organización Mundial de la Salud y, en 2006, se acordó la prohibición de este tipo de fármacos para el crecimiento de los animales.
Lamentablemente, hay otros países en los que los antibióticos para animales están poco o mal regulados. Uno de estos países es China, en el que se ha comprobado que los antibióticos en las granjas se utilizan de manera habitual.
Las hormonas de crecimiento bovino
Además de los antibióticos, se utilizan también otro tipo de sustancias que contribuyen al engorde del ganado. La Hormona Recombinante de Crecimiento Bovin (rBGH) o Somatrotopina es una hormona obtenida por ingeniería genética, que copia a una hormona que las vacas producen de manera natural. Esta hormona está concebida con el fin de que las vacas produzcan más leche de la que habitualmente producirían. Su misión consiste en alterar la expresión del gen de los transportadores de glucosa de la glándula mamaria, músculo y grasa de la vaca. Dicho gen hace que sea más fácil el trasvase de glucosa a la glándula mamaria y esto concluye con una mayor producción de leche.
Cómo no podía ser de otra manera, estos tratamientos no están exentos de problemas y efectos secundarios. El peligro de su uso es tal que en la Unión Europea y Canadá está prohibido su uso. Aún así, en algunos países como EEUU se ha utilizado durante varios años.
El beneficio económico que supone la cantidad extra de leche que la vaca puede ofrecer no beneficia en absoluto al animal. Los animales que son tratados con esta hormona sufren un gran estrés. Solo tras 12 semanas después de que la vaca es una ternera comenzará a producir leche aunque su salud se resienta. Durante el tratamiento perderá peso, dejará de ser fértil y será muy susceptible a todo tipo de enfermedades. Llegado un momento determinado, la producción de leche disminuye y el cuerpo de la vaca comienza a recuperarse. En ese momento se le inyecta el rBGH y el ganadero pospone esa recuperación 8 o 12 semanas más. Como es normal, el incremento de producción de leche será directamente proporcional al riesgo de enfermedad al que se somete al animal.
El problema pasa a la leche
El mayor problema que presenta este tratamiento es el aumento de riesgo de mastitis. La vaca que sufre mastitis produce leche con pus. Esto podría ser causa de rechazo de la leche por parte de las empresas lácteas. ¿Qué solución encontrarán los ganaderos para no perder ingresos? ¡De nuevo los antibióticos!
Una vez más, se utilizarán antibióticos para curar la mastitis de las vacas. Esto no sería necesario si la rentabilidad económica no estuviera por encima del bienestar de animales y personas.
Estamos poniendo en peligro nuestras vidas por intentar manipular la naturaleza. La sensibilidad humana debería de ir siempre por delante de la rentabilidad económica.
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