A la hora de sentarte a meditar es muy importante mantener la postura correcta, especialmente cuando lo que estás practicando es dentro del mindfulness, o sea, atención plena. Así pues, el objetivo de la postura es que te mantenga en una situación alerta, despierta, pero a la vez cómoda y sana  para tu espalda.

Las dos formas más habituales de sentarse a meditar son en una silla o en el suelo, en un cojín o esterilla. Si estás en una silla, siéntate al borde, sin apoyar la espalda en el respaldo, con los pies bien apoyados en el suelo. Si estás en un cojín en posición de loto o simplemente con las piernas cruzadas. También hay personas que utilizan un banco de meditación, seiza.

Sea como sea, la espalda debe estar recta y el pecho bien abierto hacia delante. Inclina ligeramente la barbilla hacia el cuello, de manera que las cervicales se alinean con la espalda. No debe ser una postura forzada. Una buena ayuda es imaginar que un hilo invisible tira de tu coronilla suavemente hacia arriba.

Coloca las manos sobre los muslos, con las palmas hacia abajo. Recuerda que la postura debe ser equilibrada; ni demasiado floja, ni demasiado tensa. No se trata de sufrir, sino de ¡disfrutar!

¿Y los ojos? Pues va en gustos, hay personas que prefieren con los ojos abiertos y otras cerrados. Si los tienes abiertos, mira hacia el suelo, a un punto entre uno y dos metros de ti y deja que la mirada se pierda.

La boca puedes mantenerla ligeramente abierta o cerrada, pero si la tienes cerrada que sea sin apretar, sin tensión, que el maxilar inferior cuelgue libremente.

También se puede meditar tumbado si existe algún problema de salud, pero no se recomienda porque es fácil caer dormido. Y, de manera más avanzada, es recomendable probar la meditación caminando.

Cuando ya tengas experiencia verás que serás capaz de practicar en cualquier postura y lugar.