Seguro que pocas veces vas a la playa o a la piscina sin llevar protector solar en el bolso. Algunas personas, incluso, se ponen crema ya antes de salir de casa. Hemos perdido la sana costumbre de tomar el sol sin poner crema en nuestra piel. Sin embargo, necesitamos tomar el sol y podemos hacerlo sin ningún peligro si observamos ciertas reglas básicas que nos protejan.
El miedo al sol
Desde tiempos inmemoriales las distintas civilizaciones han rendido culto al sol. Para los pueblos que vivían de la agricultura, la influencia del sol era muy importante. Los griegos honraban a Helios, los egipcios veneraban a Ra, el dios del Sol. En las culturas nativas americanas se reconoce al sol como fuerza de vida y los persas celebraban la alza del sol cada día.
Sin embargo, actualmente, cada vez existe más miedo al sol. La gente se embadurna de cremas pensando que corre un serio peligro si alguno de sus rayos toca su piel. Las gafas de sol ya forman parte del atuendo habitual de muchas personas, incluso en los niños. Eso si, a la vez que se tiene tanto miedo, se abusa de forma absurda de tumbarse al sol durante horas y horas. Hay personas que pueden estar más de dos horas tomando el sol aunque sean las tres de la tarde, eso sí poniendo crema en su piel cada 15 minutos.
Si comparamos nuestra manera de actuar con la relación que tienen con el sol la mayoría de los animales, nos damos cuenta de que somos bastante absurdos. ¿Cuando un gato, un perro, una vaca, pasaría en un día de temperaturas muy altas dos o tres horas a pleno sol, durante las horas centrales del día? La respuesta es ¡Nunca!. Los animales, que aún no han perdido su conexión con su instinto, cuando hace mucho calor, buscan la sombra. Así mismo, en estaciones de frío, aprovechan para tomar el sol a las horas centrales del día.
El sol, un amigo
Y es que el sol no es que sea un enemigo, sino todo lo contrario. Si sabemos exponernos a su luz y su calor, con un mínimo de inteligencia, todo serán beneficios.
Cuando tomamos el sol, estimulamos la producción de los neurotransmisores que controlan nuestro estado de ánimo. ¿Quién no se siente más animado cuando hace un día soleado?
Así mismo, el sol es muy favorable para nuestros huesos ya que activa la síntesis de vitamina D en nuestro organismo. La vitamina D es fundamental para la mineralización de huesos y dientes.
En cuanto a la piel, los rayos solares nos ayudan a prevenir y curar el acné. Se ha comprobado, también, que la psoriasis mejora al exponer la piel al sol.
Cuando tomamos el sol se produce un aumento del número de glóbulos blancos, con lo que el sistema inmunológico se ver fortalecido. Así mismo, la luz del sol es fundamental para metabolizar el colesterol por lo que tomar el sol reduce sus niveles en sangre.
Nuestro corazón y nuestra presión arterial también se ven beneficiados por los efectos del sol, ya que cuando tomamos el sol la presión arterial baja.
De la misma manera, los rayos de sol incrementan los niveles de testosterona, con lo que nuestra vida sexual mejora. Y también regula los ciclos de sueño y vigilia, con lo que mejora el insomnio.
Después de leer todo esto, ¿no crees que el sol puede ser un gran amigo?
Prudencia y lógica para tomar el sol
Ya hemos visto la cantidad de beneficios que el sol tiene para nuestro cuerpo. Sin embargo, no podemos tomarlo de cualquier manera. Existen ciertas reglas que debemos observar si no queremos que de amigo se convierta en enemigo. Son reglas bastante lógicas que, si nos damos cuenta, casi no haría falta que nos las dijeran. Sin embargo, después de años de condicionamiento las hemos olvidado.
– Toma el sol a las horas en que no quema. Si todo el mundo aplicara esta regla, de verdad, no habría nada más que observar. En las horas centrales del día, en verano, el sol se convierte en una bola de fuego. Como hemos dicho, ningún animal se tumbaría al sol en esos momentos. Por lo tanto, si quieres beneficiarte de los rayos solares, aprovecha las primera y las últimas horas del día. En verano, no es recomendable tomar el sol, desde las doce del mediodía hasta las cinco de la tarde. Sobre todo si hablamos de tumbarnos como si fuéramos lagartos.
– No utilices la crema como si fuera sombra. Nos hemos acostumbrado a llenar nuestra piel de crema protectora y pasar horas y horas al sol. Esto no es recomendable. Otra cosa es, si por alguna circunstancia, no hay sombra que tengamos que hacerlo. Debemos utilizar la cordura y buscar la sombra cuando sea necesario. La sombra es lo adecuado y lo natural, la crema es una sustancia química que nuestra piel absorbe, con sus correspondientes efectos adversos.
– Usa ropa de algodón para protegerte. Si, por la razón que sea, tienes que pasar demasiado tiempo al sol, usa ropa para protegerte. Así se ha hecho toda la vida en numerosas culturas. La forma más sana de protegernos de los rayos solares es utilizar ropa de algodón que cubra nuestra piel. Esta, además de la sombra, es otra manera natural de no agredir nuestra piel con productos químicos.
– Vigila el tiempo de exposición. La mejor forma de tomar el sol es ir haciéndolo poco a poco. Puedes comenzar con cinco o diez minutos los primeros días. Después ve aumentando, poco a poco. Nunca deberías estar más de media hora al sol sin protección.
– Utiliza cremas protectoras cuando sea necesario. Cuando no exista otra posibilidad, utiliza cremas protectoras. Si no puedes optar por la sombra, ropa de algodón, una gorra, etc, no dejes que tu piel se queme, utiliza protección química. Eso sí, asegúrate de que esta sea la opción a la que recurras en último lugar.
– Hidratación y nutrición adecuadas. Es muy importante que tomes líquido en abundancia y alimentos ricos en vitaminas C, E y betacarotenos. La piel tiene también que protegerse desde el interior.
Con estas sencillas reglas, podrás disfrutar de manera segura, de los numerosos beneficios que tiene el tomar el sol.
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