El dolor forma parte de nuestra naturaleza humana. Todos, independientemente de las experiencias a las que nos hayamos enfrentado, hemos experimentado dolor en algún momento de nuestra existencia. Ese dolor generalmente está asociado a una pérdida en nuestras vidas, a un cambio, a una renuncia o un desengaño. El dolor es una emoción y aunque a veces nos cueste, podemos ponerle nombre a través de la palabra.
Desde pequeños nos han educado para buscar la felicidad, para evitar el dolor, no nos han enseñado a vivirlo, a sentirlo y a aprender de él como de un sentimiento más. Nos han inculcado que no es bueno mostrar nuestras emociones, que es mejor que de cara a los demás tengamos una actitud de equilibrio, que no mostremos nuestra parte débil ni dolida. Por eso, cuando nos enfrentamos a una situación que nos produce sufrimiento y dolor no sabemos cómo gestionarla. Intentamos huir y pasar por ella lo más rápido posible, para después intentar olvidarla.
Nadie puede escapar de las situaciones dolorosas salvo que viva fuera de la realidad. Aceptar que el dolor nos acompaña y que somos vulnerables es lo que nos hace reconocer que somos humanos. La manera en la que afrontamos el dolor depende de la educación que hayamos recibido, la cultura en la que nos hemos desarrollado y las experiencias que hemos vivido.
Los seres humanos buscamos permanencia en nuestras vidas, continuidad, estabilidad y sensación de seguridad, cuando algo falla y no tenemos equilibrio sufrimos y tratamos de huir de esa emoción. Es paradójico, pero cuando tenemos un exceso de seguridad en la vida también experimentamos dolor porque esa seguridad probablemente la hayamos conseguido a través del aislamiento. Me explico: hay personas que gozan de una falsa seguridad porque no se permiten realizar sueños o abrir su círculo social por miedo a perder el equilibrio, eso, también produce sufrimiento. Cuando nos encerramos para no sufrir, cerramos la puerta a la felicidad y a muchas experiencias gratificantes.
Cuando huimos de la tristeza, el miedo, la pena o la rabia estamos renunciando a sentir amor, alegría, felicidad, compasión. La vida se compone de diferentes emociones, tanto de las que hemos tachado de negativas, que son necesarias, como de las positivas. El conjunto de todas estas emociones es lo que da sentido a nuestra existencia.
Huimos del dolor por miedo, por la educación que hemos recibido o por las creencias que nos han inculcado en el medio en el que nos hemos desarrollado.
En ocasiones, no somos conscientes de que el dolor es el motor que permite que crezcamos emocionalmente, el que hace posible nuestra transformación interior. Si renunciamos a ese dolor por miedo, y nos mantenemos en nuestra zona de confort, perdemos grandes oportunidades de transformación. Los problemas y las dificultades, junto con el dolor que conllevan son los que hacen que nos movilicemos y superemos esos obstáculos que nos impiden cambiar y crecer como seres humanos.
¿Existe relación entre el dolor emocional y nuestra salud?
Numerosos estudios confirman que según canalicemos nuestras emociones así será nuestro estado de salud. La emoción del dolor no superado se refleja en diferentes partes de nuestro organismo. Podemos ver ese dolor localizado como un síntoma al que prestar atención, más que como una consecuencia.
Seguro que más de una vez has escuchado, «me puse tan nervioso que se hizo un nudo en el estómago», o «me di un susto tan grande que parecía que el corazón se me iba a salir del pecho», o «cuando le dieron la noticia, sufrió tal impacto que se quedó blanco». Este tipo de frases demuestran que las emociones repercuten de manera directa en nuestro organismo.
Gracias a técnicas como la meditación, podemos aprender a gestionar de una manera adecuada el dolor emocional. La meditación nos ayuda a conectar con el aquí y el ahora, y las fuentes de preocupación, dolor y angustia se diluyen cuando conectamos con el presente. Simplemente con unos minutos al día conectando con nuestro interior podemos llegar a detectar qué emoción mal gestionada está causándonos determinado malestar físico.
A continuación, vamos a detallar algunas molestias corporales que pueden estar relacionadas con dolor emocional no gestionado adecuadamente:
- Dolor de espalda. A veces surge cuando cargamos con mucha responsabilidad sobre nosotros mismos y no sabemos delegar. Esa tensión hace que se contraigan los músculos de la espalda y suframos diferentes lesiones en ella. Tal vez ha llegado el momento de tratar de liberarnos de cargas que no nos corresponden o de pedir ayuda.
- Dolores de cabeza. En ocasiones se producen por no poder gestionar el estrés y luchar contra pensamientos repetitivos. Nuestra mente está en constante ebullición y no tiene espacio de descanso. Tal vez ha llegado la hora de comenzar a entrenar nuestra atención a través del mindfulness. Centrarnos en lo que realmente está sucediendo que no es otra cosa que el momento presente.
- Molestias de estómago. El estómago es un músculo y cuando estamos nerviosos puede llegar a contraerse produciéndonos mucho dolor. Este es otro de los síntomas que podemos aliviar a través de la meditación, si conseguimos calmar nuestra mente, automáticamente todos nuestros músculos se relajarán y notaremos mejoría digestiva.
A veces cuesta más superar el dolor emocional que el físico. Para aliviar o calmar el dolor físico suelen existir medicinas, sin embargo, para el dolor emocional tenemos que recurrir a nuestras propias herramientas de aceptación y comenzar a ser menos duros con nosotros mismos. Ser más flexibles y tomarnos la vida de una manera menos rígida, aceptando la dualidad nos ayudará a crecer interiormente. En este artículo puedes ampliar información sobre cómo influye el sufrimiento y la mala gestión del dolor emocional en nuestro crecimiento interior.
El dolor emocional necesita ser vivido. No hay que esconderlo, ni intentar ocultarlo, no por eso dejará de existir. Merece la pena ponerse manos a la obra para poder reconocerlo y podernos permitir dejar aflorar nuestros sentimientos, llorar, gritar, patalear o acompañarlo de la manera que sintamos según la situación, pero hay que dejarlo ir para poder sentirnos mejor.
En conclusión, cada vez más expertos del mundo de la medicina y la psicología insisten en la importancia de cuidar de nuestra mente, tal y como propone el método Crear Salud.
Debemos ser conscientes de que para llevar una vida saludable también necesitamos nutrirnos adecuadamente y activarnos haciendo cosas que aporten a nuestro bienestar integral. Herramientas como la app Siente – que puedes descargarte aquí – pueden ser grandes aliadas en tu camino a una vida libre de estrés. Su metodología es sencilla de usar, pues incluye el mindfulness y la psicología positiva para mejorar tu bienestar, reducir el estrés y, en consecuencia, ser más feliz.
Muchas gracias por estas guías de meditación. Me han ayudado mucho a ver mi ser interior, a eliminar miedos, a enfocarme hacia mis metas, a relajarme al ver que yo no lo tengo que hacer todo. Hay que delegar. Y a tener una mejor convivencia con la gente.
Estoy muy satisfecha del apoyo en mi crecimiento personal. Una gran herramienta. Gracias