Estás en el trabajo, se ha producido un problema del que no eres responsable y tu jefe te pone en evidencia delante del cliente. El corazón se te dispara, pero no eres capaz de articular palabra. La indignación y el malestar te duran todo el día. No dejas de dar vueltas a lo que deberías haber respondido.

Te levantas tranquilo y de buen humor, pero, ya en el desayuno, tu hijo adolescente empieza a ponerte a prueba. Aunque te habías prometido que no volvería a ocurrir, consigue sacarte de tus casillas y pierdes los papeles. Te sientes furioso y, a la vez, culpable, ya que se suponía que el adulto eras tú.

Ves un programa en televisión sobre la crisis y comienzas a darle vueltas en la cabeza pensando en el futuro. Cuando te acuestas, no consigues dormir. Te asalta la inseguridad y te sientes tremendamente vulnerable. Tienes miedo.

 

 

Las emociones, también las negativas, son necesarias para nuestra supervivencia. El miedo nos protege de los peligros, la rabia nos permite luchar y la vergüenza hace que nos adaptemos al grupo. Entonces ¿por qué nos causan tantos quebraderos de cabeza en el día a día?


 

El dolor emocional nos asalta en momentos cotidianos, a veces, de forma inesperada. La mayor parte del tiempo, debido a que no sabemos expresarlas o nos desbordan, son nuestras emociones las que nos dirigen, en lugar de ser nosotros los que las controlamos a ellas.

La comunidad científica considera que entre un 30 y 50% de nuestro carácter está en los genes. Las experiencias y la educación hacen el resto. Pero esta es la buena noticia: también sabemos que no tenemos por qué resignarnos a nuestro temperamento. Está demostrado que nuestro cerebro sigue regenerándose y creando nuevas conexiones neuronales durante todas las etapas de la vida.

 

 

No podemos cambiar las cosas que nos pasan, pero sí podemos influir sobre la forma en la que reaccionamos a ellas.  El camino no es fácil, pero nuestra ventaja como adultos es que tenemos algo que los niños no poseen, paciencia. Además de mucha motivación.

Si empezamos por considerar nuestras emociones como aliadas y no como enemigas, habremos dado un gran paso. Si somos capaces de admitir ante nosotros mismos cómo nos sentimos en un momento determinado y valorar esa emoción de forma constructiva, estaremos en el camino de una existencia mucho más plena y feliz.

 

Ideas para conectar con tus emociones

Hay muchas vías hacia el desarrollo personal. Aparte de la meditación, recomendable para todos y que desarrollaremos al final de este artículo, te ofrecemos algunas ideas. Busca la tuya y adáptala a tu estilo de vida:

Conecta con tu cuerpo físico. Mediante el deporte, los masajes o las caricias. Dedica algún tiempo a escuchar, conscientemente, lo que tu cuerpo te está diciendo.

Respira conscientemente. Aunque no siempre tengas tiempo de meditar, utiliza la respiración. En el trabajo, cuando caminas por la calle, antes de dormir… Cualquier momento es bueno.

Pasa tiempo en soledad y disfrútalo. Ten una cita contigo mismo y, si es en la naturaleza, mucho mejor.

Busca tu pasión. Todos somos creativos de una u otra manera. Busca aquello que, de verdad, te gusta hacer ¡y hazlo! No seas demasiado exigente con los resultados, pues lo importante es disfrutar.

Enfréntate a tus miedos. Poco a poco, dando pequeños pasos. ¿Te pone nervioso hablar en público? Empieza por hacerlo para un grupo reducido.

Baila. Pon música y baila. Simplemente, déjate llevar.

 

 

– Aliméntate bien. Una alimentación saludable no solo es buena para tu cuerpo, sino que también lo es para tus emociones.

– Cuida tu sueño. No dormir lo suficiente convierte tu día en un campo de minas. Vale la pena trabajar en ese sentido. Puedes empezar por eliminar la televisión del dormitorio o leer algún texto inspirador antes de acostarte.

– Busca el contacto con gente positiva. Personas que suman, compasivas y empáticas. Evita las relaciones tóxicas y a la gente cotilla o envidiosa.

– Lee testimonios inspiradores y de crecimiento personal. Busca libros o blogs que te aporten motivación. Los podcasts también son una buena alternativa.

– Realiza técnicas de mindfulness. Hay muchos ejercicios sencillos que puedes integrar en tu vida diaria. Este que te proponemos puedes hacerlo de camino al trabajo, mientras desayunas o en la ducha: ve prestando atención a cada uno de tus 5 sentidos, por separado. Primero, la vista; luego, concéntrate únicamente en el oído; a continuación, el tacto y olfato; y, por último, el gusto.

Visualizaciones. Existen visualizaciones guiadas para diferentes objetivos, pero puedes empezar por cerrar los ojos, relajarte e imaginarte en un lugar agradable en el que te gustaría estar.

 

Meditación: un hábito para crecer

En sus enseñanzas, Buda decía que meditar es cultivar y esa es la actitud con la que debemos afrontar la práctica. Somos jardineros y, durante la meditación, creamos las condiciones propicias para que las plantas de nuestra vida interior puedan florecer.

Meditar no es llegar a ningún lugar, sino ir creando, poco a poco, el entorno adecuado. Así, cuando lleguen el sufrimiento y las emociones negativas, que no podremos evitar, ya que en eso consiste vivir, sabremos gestionarlos.

La meditación en grupo tiene la ventaja de compartir la energía con otros. Sin embargo, para poder practicar regularmente, es importante encontrar la forma de meditar en casa. Asegúrate de que los tuyos respetan tu momento y espacio. Si tú te mantienes firme en tu propósito, ellos lo asumirán con naturalidad.

 

 

Los beneficios de la meditación son conocidos desde hace milenios, pero los avances científicos de los últimos años han permitido a nuestra empírica sociedad occidental observarlos directamente en el cerebro. Los siguientes ya están ampliamente aceptados:

– Reduce el envejecimiento cerebral y aumenta la materia gris

– Posee efectos antidepresivos

– Mejora nuestra concentración y la memoria

– Ayuda a combatir la ansiedad

– Reduce el estrés

– Contribuye a un estilo de vida más saludable, en general

– Mejora la autoestima

– Beneficia la salud cardiovascular y fortalece el sistema inmunológico

– Retrasa el envejecimiento

Como ves, tenemos muchas herramientas a nuestro alcance sencillas, pero poderosas. No estamos solos ni indefensos ante las emociones. Aprender a observarlas y gestionarlas es un trabajo apasionante que nos llevará toda la vida.

 

 

Para ayudarte a practicar la meditación puedes contar con la ayuda de la app Siente, – que puedes descargar aquí – . A través de meditaciones guiadas, el mindfulness y la psicología positiva podrás mejorar tu bienestar, conectar con tus emociones y, en definitiva, ser feliz.

La metodología Siente forma parte del método Crear Salud, que te ayudará a establecer nuevos hábitos en tu día a día, no solo para que empieces a meditar, sino para aprender a nutrirte adecuadamente y llevar una vida activa.


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