A menudo echamos la culpa y responsabilizamos a los demás de nuestras desgracias o mala suerte, cuando lo que estamos viviendo son las consecuencias de nuestras propias acciones. Toda conducta tiene repercusiones, y aunque no se presenten de forma inmediata, de una forma u otra acaban manifestándose, seamos conscientes o no.
Un síntoma claro de inmadurez es pretender no hacernos cargo de las consecuencias de nuestros actos. Para ello somos capaces de responsabilizar a cualquier persona o circunstancia antes que admitir que lo que sucede ha sido consecuencia de cómo hemos actuado.
Dejamos de ser responsables de nuestros actos cuando nos amparamos en el victimismo. Recurriendo a las quejas y a las lamentaciones por la situación difícil que estamos pasando. Esto nos aleja aún más de las posibles soluciones y nos deja anclados en una situación que nosotros mismos hemos provocado.
Construimos nuestro camino en base a las decisiones que tomamos, y nos guste o no somos los responsables de la vida que llevamos. De cómo nos sentimos, vivimos y nos relacionamos, forma parte de nuestra esencia única. Alimentamos determinadas acciones que son las que acaban por beneficiarnos o perjudicarnos. A través del tiempo y la experiencia es posible hacer una mejor observación y tomar una mayor consciencia.
A todas nuestras acciones le siguen unas consecuencias
Esto es algo que se puede apreciar tanto a nivel individual como a nivel colectivo. En el planeta y la naturaleza se pueden ver las consecuencias de las acciones del ser humano. A la vez que hemos evolucionado hemos ido perdiendo consciencia con respecto a nuestra naturaleza. ¿Realmente hemos evolucionado? Si lo hemos hecho, desde luego, no ha sido en beneficio de nuestra naturaleza, ya que hoy día somos el principal peligro para nuestro propio planeta.
En este vídeo se hace una crítica a nuestro modo de vivir y las acciones que tomamos que destruyen el planeta que nos ha dado la vida:
La responsabilidad consiste precisamente en tomar consciencia sobre las consecuencias que pueden tener cada una de nuestras acciones. Si pensáramos más en esto, probablemente, muchas de las cosas que hacemos no las haríamos. No haríamos algo porque lo hace todo el mundo. Automatizamos nuestras acciones en base a si están permitidas y si están bien vistas por los demás. Es así como de forma colectiva se comenten injusticias y atrocidades, sin pensar tan siquiera en lo que se está haciendo, porque todo el mundo se quita la responsabilidad, justificando sus acciones con «todo el mundo lo hace».
Recoges lo que cosechas
Este dicho tan popular «recoges lo que cosechas» está totalmente relacionado con las consecuencias de las acciones. Dependiendo del tipo de acciones que hayas llevado a cabo obtendrás más unas cosas u otras a lo largo de tu vida. Viene a decir que si te comportas, por ejemplo, de forma injusta y cruel con las personas y la naturaleza en general, difícilmente atraerás así algo bueno para tu vida. En cambio si eres atento, amable y justo, seguramente obtendrás mayores satisfacciones.
A continuación compartimos un breve cuento que trata sobre la responsabilidad y las consecuencias que tiene todo acto, ya sean a corto, medio o largo plazo.
“Ese año las lluvias habían sido particularmente intensas en toda la región. Una gran corriente del río se llevó la choza de un campesino, pero cuando cesaron, habían dejado en la tierra una valiosa joya. El buen hombre vendió la alhaja y con la suma que le entregaron reconstruyó su choza y el resto se lo regaló a un niño huérfano y desvalido del pueblo. La riada había arrasado también otro poblado y un campesino, para salvar la vida, tuvo que encaramarse a un tronco de árbol que flotaba sobre las turbulentas aguas. Otro hombre, despavorido, le pidió socorro, pero el campesino se lo negó, diciéndose a sí mismo: “Si se sube éste al tronco, a lo mejor se vuelca y me ahogo”.
Los años pasaron y estalló la guerra en ese reino. Ambos campesinos fueron alistados. El campesino bondadoso fue herido de gravedad y conducido al hospital. El médico que le atendió con gran cariño y eficacia era aquel muchachito huérfano al que él había ayudado. Lo reconoció y puso toda su ciencia y amor al servicio del malherido. Logró salvarlo y se hicieron grandes amigos de por vida.
El campesino egoísta tuvo por capitán de la tropa al hombre a quien no había auxiliado. Le envió a primera línea de combate y días después halló la muerte en las trincheras.
Las consecuencias siguen, antes o después, a los actos. La generosidad engendra generosidad y el egoísmo, egoísmo. Debemos cultivar los cuatro bálsamos de la mente: amor, compasión, alegría por la dicha de los otros y ecuanimidad.”
Cualquier momento es bueno para revertir este proceso. Desde hoy mismo puedes tomar las decisiones que sean más convenientes, siendo consciente de lo que estás haciendo y de las posibles consecuencias que pueden acarrear. Es una ecuación sencilla: cuanto más dispuesto estés a ofrecer lo mejor de ti, más consecuencias positivas atraerás. En cambio si estás solo a la espera de recibir cosas buenas para ofrecer algo bueno a cambio, puede que la impotencia y la amargura te consuman.
En conclusión: tú eres realmente el protagonista de tu vida, así que tú decides cómo vivirla. En función de lo que decidas obtendrás una serie de consecuencias. Puedes llamarlo karma o como quieras, la realidad es que tarde o temprano hay repercusiones en todas tus acciones. Es algo inevitable, por eso, en la mayoría de ocasiones carece de sentido que eches la culpa a los demás de tus infortunios o de lo que sientes, puesto que seguramente sea algo que tú mismo hayas atraído y provocado con tu actitud, decisiones y acciones. Obviamente estamos hablando del tipo de cosas que sí pueden depender de ti.
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