El respeto es la base de toda sociedad civilizada. Todos queremos ser respetados porque es una forma de afirmarnos en nuestra forma de ser, de sentirnos bien. Nos esforzamos para que los niños y jóvenes aprendan a respetar, para inculcarles ciertos valores necesarios para las buenas convivencias y relaciones sociales. Sin embargo, en muchas ocasiones se nos olvida que hay que empezar por dar el ejemplo adecuado.
¿Qué es el respeto?
Se trata de una valoración, un reconocimiento o consideración que se tiene hacia alguien o algo. Es un concepto variable, ya que según la cultura o los valores morales, lo que para unos es respeto, para otros podría no serlo.
En muchas ocasiones, el respeto se basa en una reciprocidad en el trato, un beneficio mutuo o, inclusive, en conveniencias diversas. Implica una aceptación, tolerancia o, incluso, veneración cuando los sentimientos más profundos se ponen en juego.
Cuando respetamos a alguien, tenemos a esa persona como punto de referencia de credibilidad, de honestidad, de valor. Cuando nos respetamos a nosotros mismos, nos aceptamos, toleramos y encontramos nuestra honestidad y valor propios para ser nuestra referencia. Pero sin elevar el ego.
La autoestima personal
La autoestima abarca lo que pensamos y sentimos sobre nosotros mismos. Cómo nos percibimos y valoramos. Depende de lo que creemos que somos pero, también, de cómo nos vemos. Juzgamos nuestras actitudes, habilidades y capacidades.
La infancia es la época en la que se edifica la autoestima, desde que nacemos. Por lo que las experiencias que se viven en esta etapa son determinantes para desarrollar la forma en que vamos a afrontar todas las circunstancias que vivamos.
Las carencias afectivas en el entorno familiar suelen provocar un desequilibrio en la valoración que podamos tener sobre nuestras capacidades y sobre nuestra forma de ser. El resultado es una visión negativa de nosotros mismos, que conduce a una baja autoestima o a un exceso de autoestima, la otra cara de la misma moneda.
Conducta pasiva, agresiva y asertividad
Cuando se desequilibra la autoestima, se desarrolla un sentimiento de inferioridad que se expresa a través de complejos, sobretodo de inferioridad y superioridad. Lo mismo sucede cuando vivimos experiencias traumáticas, heridas del alma que condicionan y limitan nuestra capacidad de comprensión de todas las vivencias.
Como resultado, puede darse una conducta agresiva, en la que se aplica el principio «atacar para defenderse«. Pero también puede observarse una conducta sumisa o pasiva, en la que se «acata todo lo que viene de otros«, por temor al rechazo, a no ser aceptado o a no agradar.
Una conducta agresiva genera temor y se basa en la falta de respeto hacia uno mismo. Una conducta pasiva incita a las faltas de respeto de los demás, ya que la propia persona se infravalora.
El comportamiento asertivo vendría como resultado de una autoestima equilibrada. Se podría resumir como la capacidad de expresar pensamientos, emociones y deseos de una forma respetuosa, hacia uno mismo y hacia otros. Es una forma de comunicación en la que aceptamos lo que somos, escuchamos a los demás y nos expresamos, sin inhibiciones y sin coartar la expresión de nuestro interlocutor.
La importancia de saber escuchar
Escuchar es una habilidad imprescindible basada en el respeto, tanto para comunicarnos con nosotros mismos como con otros. Podemos oír muchos ruidos, de forma mecánica y sin prestar atención. Sin embargo, la escucha requiere una atención activa por nuestra parte.
Pero la comunicación requiere que la información vaya y también regrese. Es un proceso activo que solamente se produce cuando el mensaje alcanza a todos los interlocutores implicados. Escuchar es más difícil que oír. Cuando escuchamos podemos conocer nuestras necesidades y las de quienes nos estén pidiendo un diálogo para resolver algún conflicto.
Diferencia entre respeto y temor
El respeto y el temor son cosas totalmente diferentes. Podemos creer que respetamos a alguien pero, si a sus espaldas actuamos de otra forma, en realidad le tenemos miedo. El temor surge de la inseguridad, de la falta de autorrespeto, de los complejos y traumas que guardamos en el subconsciente.
Si no te respetas a ti mismo, te dará miedo que los demás se den cuenta y tampoco te respeten. Entonces, actuarás con agresividad para provocar temor e imponer tu posición, por la fuerza (física o psicológica). El temor no sirve ni para la convivencia ni para las relaciones saludables, ya que genera más inseguridad y miedo a las represalias. Es una forma de violencia.
Claves para ser más respetuosos
* Empieza por respetarte a ti mismo. Como consecuencia, respetarás a los demás.
* Mejora tu autoestima, en su justo medio. No sirve infravalorarse ni tampoco sobrevalorarse. Tan solo, acéptate tal como eres, con tus defectos y cualidades.
* Cuando digas lo que piensas o expongas tus sentimientos, ten consideración hacia los demás. Simplemente, trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti.
* Escucha antes de hablar. Escucha tus propios pensamientos antes de lanzarlos. Por algo tenemos 2 orejas y 1 boca.
* No te dejes llevar por los elogios de los demás, tampoco por sus críticas. En ambos casos vas a oscilar como un péndulo y corres el riesgo de perderte. Pero agradece siempre ambas actitudes, ya que suponen una maravillosa oportunidad de autoconocerte y crecer como ser humano.
* Saber cuáles son tus límites te ayudará a poner límites a quienes quieran conseguir algo de ti. No necesitas la agresividad para ello, tampoco sirve la sumisión pasiva. Hazlo con asertividad y cariño, aunque sean desconocidos.
* No olvides que también necesitas un tiempo y un espacio para ti, independiente del resto de actividades que realices y personas con quienes convivas.
* No aparentes lo que no eres. Sé tú mismo. Sé coherente con lo que dices que eres, así ganarás honestidad y te sentirás mejor contigo mismo, en paz.
* Comprende cada circunstancia que vivas, buena y mala. Es la clave para superar cualquier obstáculo y, en definitiva, ser feliz.
* Por último, todo lo anterior te lleva hacia un pensamiento optimista, basado en una realidad, en la vida que auténticamente vives. Y eso se transmite aunque no digas nada.
Si cada persona que leyera este artículo, comprendiera en profundidad lo que significa el respeto y lo aplicara en su vida cotidiana, la vida en el mundo sería completamente sostenible.
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