“Aquello que no eres capaz de aceptar es la única causa de tu sufrimiento”,
Gerardo Schmedlig
El sufrimiento es un estado por el que todos en algún momento pasamos. Lo que es preocupante es sentir que vivimos en una sociedad en la que vivir sufriendo y llenos de miedo, es algo natural. De hecho, puedes hacer la prueba: si te encuentras a un conocido por la calle y te pregunta qué tal estás, prueba a contestar, «Estoy fenomenal, la vida me va de fábula», podrás observar cómo la persona siente extrañeza e incluso desconfía. No es natural ver a alguien que reconoce abiertamente que es feliz, la mayoría nos relacionamos unos con otros a través de la queja y el malestar. Parece que si reconoces que tienes muchos problemas la gente te va a entender mejor.
Biológicamente, nuestra mente prefiere aferrarse al miedo y generar falsas expectativas. Ese ‘esperar demasiado de las cosas’ es una de las principales causas de nuestro sufrimiento: cuando la realidad no se adapta a lo que esperábamos sentimos frustración, esa frustración es la precursora del sufrimiento.
Muchos de nosotros hemos pasado por situaciones dolorosas, pérdidas de seres queridos, de nuestro empleo, de amigos, problemas financieros… Es algo inevitable, la vida está compuesta de momentos mejores y momentos peores, lo realmente valioso es poder extraer de cada una de estas experiencias las enseñanzas que nos pueden aportar. En muchas ocasiones nos quedamos atascados en el dolor y y no podemos ver la oportunidad de evolucionar y aprender que surge de cualquier problema al que nos enfrentemos.
La pérdida de Kisa Gotami (leyenda budista)
Cuenta una leyenda que en tiempos de Buda, una mujer llamada Kisa Gotami perdió a su hijo, durante días y noches mantuvo su cuerpo en casa acompañándolo, rezando por él y despidiéndose. Cada día estaba más triste y abatida, decidió ir a ver a Buda, pues le habían comentado que éste tenía soluciones para grandes problemas. Se presentó ante Buda y le pidió que por favor devolviese la vida a su hijo. Este le respondió que sólo podría devolvérsela si conseguía traerle una semilla de mostaza de un hogar de la aldea en el que nadie hubiera sufrido una pérdida. La mujer, recorrió todas las casas de la aldea, desesperada por encontrar esa condición que haría revivir a su hijo. Cuando llamó a la última puerta y no obtuvo lo que deseaba, fue consciente de que no estaba sola en su dolor. Se presentó ante Buda, se arrodilló y le dijo «Gracias, lo he comprendido».
La clave para poder sanar el sufrimiento reside en la aceptación. Buda decía que aquel que ha superado el dolor se hará libre.
Lo que podemos extraer del sufrimiento es que no podemos controlar las circunstancias que se van sucediendo en nuestras vidas, pero sí podemos tomar conciencia y adoptar actitudes que nos ayuden a superarlas. Nos ayuda a eliminar la resistencia que tenemos frente a las adversidades y a la inseguridad en la vida. Sea cual sea la causa de nuestros sufrimiento no desaparecerá hasta que no seamos conscientes de ello.
Para poder salir de un estado de sufrimiento profundo, la clave está en la aceptación. No sirve de nada atormentarnos con pensamientos sobre cómo podría haber sido algo si no hubieran sucedido los acontecimientos como lo han hecho. A través de la meditación podemos conectar con el momento presente y liberar nuestra mente de ideas y pensamientos negativos. Viviendo realmente en el presente no hay espacio para la preocupación ni el tormento. Este momento es lo que es y no nos lleva al pasado, adelantarnos a lo que pueda ocurrir lo que único que nos produce es estados de ansiedad.
La fábula del anciano que era feliz
Dicen que en un pueblo lejano había un hombre anciano tremendamente feliz, un día, los habitantes del pueblo, deseosos de conocer su secreto se acercaron hasta su casa. Cuando el anciano les abrió la puerta le dijeron:
—Por favor, dinos cuál es tu secreto para vivir feliz durante tantos años y a pesar de todas las adversidades por las que has pasado en tu vida.
El anciano les invitó a sentarse y comenzó a relatarles la clave de su felicidad:
—Yo, por la mañana, cuando me despierto, me despierto. Después, cuando me ducho, me ducho. Acto seguido, cuando desayuno, desayuno. Más tarde cuando doy un paseo, doy un paseo. Y así con todo lo que emprendo en mi día a día.
Los vecinos, se miraron extrañados y le dijeron que eso era lo mismo que hacían ellos y no tenían más que preocupaciones. El anciano les contestó:
—Os voy a explicar dónde reside la diferencia. Vosotros, cuando os despertáis, estáis pensando en la ducha que os vais a dar. Cuando os estáis duchando estáis pensando qué os vais a preparar de desayuno. Mientras desayunáis estáis dándole vueltas a los quehaceres que tenéis pendientes y cuando os ponéis a realizar esas tareas estáis pensando en las siguientes. En realidad, no disfrutáis jamás del momento presente, siempre estáis anticipándoos, y de ese modo, se os pasa la vida sin que apenas os deis cuenta.
Lo que nos viene a contar esta pequeña fábula es que el mejor remedio para aliviar el sufrimiento consiste en vivir y disfrutar de todas las pequeñas cosas de las que se compone nuestro día, desde que nos levantamos. Existen pequeños trucos para hacer nuestro día más agradable:
- Ponerle nombre a lo que estamos sintiendo, definirlo y ahondar en ello, permitirnos vivirlo plenamente. Está comprobado que si durante unos minutos al día, dejamos que los pensamientos tomen libremente el rumbo que quieran, eso aporta calma y tranquilidad a nuestro cerebro. Te animo a hacer la prueba. Muchas veces cuando le dejamos libertad al cerebro se vuelve tranquilo.
- Practicar el agradecimiento. Ante cualquier situación, por tonta que nos parezca, esto aporta a nuestro cerebro pensamientos positivos. Como ejemplo, agradecer el simple gesto de abrir el grifo del lavabo y que brote agua fresca para lavarnos la cara.
- Buscar unos minutos al día para hacer algo que nos llene plenamente, ya sea pasear, escribir, dibujar, leer, montar en bici, etc. Cada uno que conecte con eso que le hace feliz y siempre termina posponiéndolo. Este dedicarnos a lo que nos llena hace que nuestra mente fluya libre, sin dolor.
Como veis, gestionar las emociones relativas al sufrimiento es más sencillo o ‘probable’ de lo que parece a priori. Para lograrlo, deberemos tener confianza, perseverencia e invertir esfuerzo. Sin embargo, los resultados serán más que visibles a largo plazo.
En conclusión, si aplicas estas prácticas en tu día a día conseguirás ejercitar y cuidar tu mente. Y ese es el camino que sigue el método Crear Salud, que, además, no solo trabaja con la meditación y la atención plena, sino que también busca fomentar una correcta nutrición en las personas, así como una vida activa.
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¡Ánimo!