Acerca del mundo de las emociones tenemos todavía mucho que aprender. Gestionarlas y conocer cuál es el sentido de por qué aparecen ha de ser una prioridad. Ser adictos a las emociones supone un gran desequilibrio, puesto que impedimos su función natural. Las repercusiones que esto tiene pueden ocasionar muchos conflictos como veremos a continuación.
Ya que al igual que las emociones pueden ser grandes aliadas, y nos pueden conducir hacia nuestro propio conocimiento, también pueden transformarse en algo destructivo y demoledor. Sucede que al hacernos esclavos de las emociones, nuestro mundo se desajusta y caemos en multitud de trampas para obtener lo que queremos.
Engancharse a las emociones es algo que puede resultar bastante peligroso. Ya que significa necesitar de esa emoción a la que se está enganchado, de una forma superficial se provoca, y toda la atención se pone en el tipo de conductas que hay que emitir para atraerla una y otra vez. Pero como sabemos las emociones no funcionan así, no forman parte de nuestra voluntad, ni podemos decir qué sentir y qué no.
A continuación veremos qué supone estar enganchado a las emociones, y cómo repercute eso en nuestras relaciones y vínculos. Atenderemos a sus riesgos y cuáles son las conductas que mantienen ese tipo de situación, de la que conviene salir cuanto antes.
Las emociones representan tu realidad
Es un hecho que las emociones actúan como filtro de nuestra realidad. Dependiendo de la emoción en la que nos encontremos veremos las cosas de un modo u otro. Esto resulta ser así debido a que nuestro cerebro no diferencia entre su entorno y lo que recuerda. Utiliza las mismas redes neuronales y lo que percibimos a nivel químico cerebral es lo mismo.
Cuando hacemos una cosa una y otra vez que es habitual en nuestra conducta, como discutir o enfadarse con quien no nos hace caso; nuestras células nerviosas se activan simultáneamente una y otra vez ante ese tipo de situaciones, favoreciendo una relación prolongada. Si ante ciertas circunstancias determinadas siempre nos enfadamos, discutimos o nos ponemos violentos, esa conducta se reconecta una y otra vez y se integra a nuestra red neuronal. Es así como se establece una relación duradera de respuesta ante determinados estímulos, creando una identidad.
Cada estado emocional tiene una respuesta química a nivel cerebral diferente. Al repetir ciertos patrones emocionales durante el tiempo, las células de vuelven adictas a esa sustancia química: neurohormonas y neuropéptidos. Así es cómo las células le piden cada vez al cerebro más esa sustancia química (ese patrón emociona). Así cualquier pensamiento y recuerdo se verán afectados y contagiados ante esta tendencia emocional.
Seguro que si observas a las personas con las que más interactúas acabas viendo algún patrón emocional que es el que más repiten. Ya sea hacerse las víctimas, sentirse inseguros, tener miedo, estar alegre o vivir enfadado, etc. Estas adicciones se extienden en el tiempo conforme las vamos reforzando. Es así cómo transcurre y se desarrolla la adicción a ciertas emociones.
¿Qué sucede cuando nos volvemos adictos a las emociones?
Cuando nos volvemos adictos a algo, sufrimos y lo pasamos mal sin eso a lo que somos adictos. Lo mismo pasa con la adicción a las emociones, sin esa sensación a la que estamos acostumbrados, lo pasamos mal y la buscamos bajo cualquier comportamiento que permita generar esa emoción. Si lo pensamos bien, esto es en realidad ser esclavo de las emociones. Una prueba de ello, es que si no somos capaces de controlar nuestro estado emocional e ir fluyendo por diferentes estados, entonces ya estamos en un estado de adicción a las emociones.
Quedar atrapado en alguna emoción, como la rabia, la vulnerabilidad, la impotencia, la culpa, etc., supone un gran gasto de energía. Todas nuestras reacciones se ven condicionadas por esa emoción y, por ende, nos condenamos a vivir por y para la emoción.
En la relación con los demás esto implica caer en el victimismo y la manipulación para obtener lo que nos genere esa emoción de la que estamos enganchados. Implica una pérdida de contacto con las demás personas, se pierde la espontaneidad y la honestidad. A la búsqueda, muchas veces incosnciente, de lo que buscamos utilizamos a los demás para conseguirlo.
Tras el victimismo hay una necesidad de atención y de falta de responsabilidad. Hay una pretensión de liberarse de la culpa para situarla en otra persona. Es muy común que aparezcan los chantajes y las relaciones acaben siendo tóxicas. La adicción a la emoción también provoca continuas manipulaciones, para conseguir, sin comunicar, lo que queremos que la otra persona haga, en relación a lo que necesitamos. No expresamos la necesidad, pero empujamos a la otra persona a que la atienda mediante la culpabilidad, por ejemplo. Estas artimañas acaban pasando factura, puesto que así las relaciones se vuelven tremendamente dañinas.
¿Qué hacer para salir de esta adicción emocional?
Con estas actitudes que ya han formado parte incluso de nuestra identidad, hemos adoptado hasta una tendencia química en nuestro cerebro, a base de repetir los mismos procesos. ¿Cómo es posible cambiar ya esta situación? Es necesario para ello transformar nuestra red neuronal. ¿Cómo se hace eso? Irremediablemente tenemos que salir de la identidad que habíamos adoptado. Para ello hay que tomar consciencia y cambiar de actitud, también la manera de cómo hemos interactuando con las demás personas y nuestro entorno.
Si quieres desengancharte de esta adicción no puedes seguir siendo la misma persona, tiene que haber un cambio gradual hacia una persona más responsable de sus acciones y más consecuente con lo que experimenta. Si sigues haciendo lo mismo de antes seguirás reforzando al ego y a esas mismas actitudes. Es importante que tomes la decisión de quién quieres ser, sin que dejes que tus actitudes preestablecidas te definan.
Este cambio solo está en ti, y consiste en modificar las conductas y el comportamiento lo suficiente como para que forme parte de tu identidad. Eligiendo, por supuesto, algo más conveniente y sano para ti, que te de la posibilidad de tomar decisiones y elegir cómo quieres vivir.
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