Seguramente has escuchado hablar de Mindfulness, una corriente que nos invita a vivir cada momento con atención plena. Pues bien, de la mano del Mindfulness surge la corriente Mindful eating, que es llevar la atención plena también al acto de alimentarnos. Mindful eating es ser capaces de recrear esa sensación de deleite del primer bocado durante todo el tiempo que dure nuestra comida. Cuando no estamos conectados, no nos damos cuenta de la sensación de saciedad y continuamos comiendo. Comer con consciencia es un camino hacia la salud y el bienestar, siguiendo esta corriente nos alejamos de malos hábitos que llevan toda la vida perjudicando nuestra salud y nuestra digestión.
Comer de esta manera no se basa en cuestionar cómo y por qué comes ni evaluar qué alimentos escoges, se basa en que seas capaz de centrarte en el aquí y en el ahora de ese regalo que te ofrece la vida que es poder nutrirte. Te invita a saborear, a sentir las texturas de los alimentos y a percibir cómo se siente tu cuerpo con cada tipo de alimento.
¿Y qué significa practicar la atención plena?
La atención plena es una actitud ante la vida, es la práctica de la observación de nuestros pensamientos y el disfrute del momento presente. Vivir con atención plena y de manera consciente nuestra vida supone una práctica diaria y una intención clara de no dejarse llevar por la maraña de pensamientos que normalmente habitan en nuestra cabeza.
En crearsalud.org hemos tratado en numerosas ocasiones el tema de la atención plena, en este artículo puedes ahondar más en ella si te apetece.
¿Cómo es nuestra forma de comer cuando no practicamos mindful eating?
Fuente: Pixabay silviarita
Cuando no practicamos la atención plena en la comida solemos comer con el piloto automático conectado. No somos conscientes de que estamos llevando a cabo un acto importantísimo de nuestra vida. La mayoría de las veces nutrimos nuestro cuerpo sin darnos cuenta de la gran suerte y el enorme privilegio que es tener alimentos constantemente a nuestra disposición y poder hacer uso de una dieta variada y equilibrada. Es por eso, que en muchas ocasiones, por desidia o por prisa, terminamos eligiendo alimentos poco saludables y muchas veces a la hora de la cena no somos capaces de recordar qué hemos tomado para almorzar.
Es habitual que estemos desconectados de nuestro cuerpo. No solemos identificar qué tipo de hambre se desarrolla dentro de nosotros. Al no practicar Mindful eating es probable que haya ocasiones en las que nos dejemos llevar por el hambre emocional. A veces comemos para aliviar emociones negativas o tapar estados de ansiedad. Lo ideal sería comer cuando realmente tengamos apetito y no hacerlo por rutina, porque es lo que solemos hacer de manera habitual. En otras ocasiones, por falta de tiempo ignoramos el hambre corporal y sometemos a nuestro cuerpo a un desgaste innecesario.
Cuando no estamos presentes en el acto de comer, necesitamos distraernos, aprovechamos para realizar multitud de actividades tales como ver la televisión, charlar con alguien, leer, navegar por Internet y a veces incluso conducir. Fruto de estas distracciones surgen una serie de problemas que pueden terminar ocasionándonos problemas de salud, como por ejemplo:
- No darnos cuenta cuando estamos llenos y continuar comiendo a pesar de que el cuerpo ha dado la señal de estar saciado.
- Comer todo lo que tengamos delante, aunque no tengamos hambre.
- Comer como si fuésemos presos de un trance, con la mirada perdida, sin saborear los bocados.
Como consecuencia de esta dispersión mental a la hora de comer, en muchas ocasiones, nos sentimos incapaces de controlar nuestro apetito y nuestros hábitos. Llegamos a pensar que nuestro cuerpo nos domina y que no podemos dejar de lado determinados alimentos. Terminamos siendo esclavos de nuestro apetito y parece que vivimos para comer en vez de comer para poder vivir.
Entonces, ¿qué significa realmente comer con consciencia?
- Ser capaces de identificar qué tipos de hambre solemos experimentar. Saber diferenciar el hambre emocional del hambre corporal. Según Jan Chozen Bays, pediatra estadounidense, meditadora zen y autora del libro «Comer atentos», existen siete tipos de hambre. Ella los clasifica de la siguiente manera:
- Comer con los ojos. Solemos elegir la comida por su aspecto y en ocasiones nos servimos más cantidad en el plato porque nos parece que tiene buena pinta, aunque no tengamos suficiente apetito para acabar con ello.
- Hambre olfativa. Olemos un alimento que nos atrae e inmediatamente nos entran unas ganas tremendas de comerlo.
- Hambre de la boca. Se da cuando tenemos unas ganas irrefrenables de probar nuevos sabores, mezclarlos con otros conocidos. A veces, en un restaurante tipo buffet podemos descubrir que llevamos el plato lleno de sabores diferentes que no tienen ninguna sintonía entre sí.
- Hambre del estómago. Es el hambre física, cuando sientes que te rugen las tripas.
- Hambre celular. Es la petición que hace nuestro cuerpo de determinados alimentos para indicarnos que tenemos algún tipo de carencia. Un ejemplo de ello es cuando nos entran unas ganas irrefrenables de comer pistachos, puede ser un indicador de que nuestras reservas de hierro están bajas.
- Hambre mental. Este tipo de hambre se da cuando nuestro cerebro intenta convencernos para que comamos recurriendo a pensamientos tipo «me merezco un helado por la noche, ha sido un día muy duro», «voy a desayunar el doble porque no sé a qué hora comeré», etc.
- Hambre del corazón. Es el hambre que nos entra de manera irrefrenable cuando estamos tristes o estamos viviendo algún periodo especialmente duro emocionalmente hablando. Es esa imagen nuestra yendo al congelador a por un bote de helado y no poder parar hasta terminarlo.
- Ser capaces de sentir y saborear cada bocado. Distinguir los ingredientes que componen ese plato, percibir las diferentes texturas, la temperatura. Masticar con calma y deleite, ensalivar la comida lo suficiente. Disfrutar de cómo baja ese alimento por nuestra garganta y permitir sentir cómo se va llenando nuestro estómago poco a poco, sin prisas, sin engullir.
- Prestar atención a los pensamientos que vienen a nuestra mente mientras comemos.
- No juzgarnos, ser compasivos con nosotros mismos. Dejar marchar con cariño los pensamientos críticos hacia nuestra manera de comer y sobre las elecciones que hacemos de comida. En definitiva, comer sin etiquetas, sin juzgar, sin catalogar como bueno o malo, ni lo que comemos ni nuestra manera de hacerlo.
Si decides comenzar a practicar el Mindful Eating lo más importante es que te trates con compasión y que abraces la forma que tienes de relacionarte con la comida de forma compasiva. Cuando no oponemos resistencia los problemas se diluyen. Verás como en poco tiempo notarás que al permitirte conectar con tu cuerpo habrá muchas molestias derivadas de la alimentación que se convierten en temas del pasado.
En conclusión, si aplicas prácticas como esta en tu día a día conseguirás ejercitar la atención plena, conectar con tus emociones y cuidar de tu yo interior. Y ese es el camino que sigue el método Crear Salud, que, además, no solo trabaja con el mindfulness, sino que también busca fomentar una correcta nutrición en las personas, así como una vida activa.
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